jueves, 1 de julio de 2010

viento caliente en medio de la sala

Se dejó caer como objeto de evaluación. Sabía que así se liberaba. Se dispuso a escuchar, cerró los ojos.

La bicicleta pausada por la senda, hacía volver su cabeza que con miedo alargaba el cuello para mirar fijo hacia el abismo que no era tal. Allí, en ese fondo la profunda cascada, antigua y nueva a la vez, luminosa y perfecta, reconstruida por la mano del hombre, moldeada a su imagen y semejanza, se mantenía como siempre, como antes, como mañana y pasado, en la orilla del camino.

Cerrado los ojos, sabía. Si los abría, estaría allí, se encontraría allí, en el escenario de la no función, en la performance del ensayo, buscando el martillo, el pájaro que picoteaba el cráneo, la consciencia. Se encontraría en medio de los instrumentos, de la limpieza, de la pregunta, del ensayo contínuo.

Quien maniobraba la bicicleta, quien inducía el camino, no miraba hacia atrás. Mirada fija en el horizonte fresco, ojos cerrados y fijos y sabiendo su propiedad ¿A quién cargaba en esa parrilla como pasajero ausente? ¿Era la niña callada y tranquila, confiada? ¿Era su responsabilidad?

La estrangulación es posible por un segundo que no es el eterno. Encenderá las luces, estrangulará el silencio oscuro. Era su responsabilidad.