domingo, 18 de abril de 2010

obituario

Le expliqué mil veces que todo sólo se trataba de una buena técnica teatral, nada más. Pero no me creyó. Es que yo era muy buen actor, la verdad. La técnica de Stanislavski, nuestro maestro, ya estaba en mi cuerpo, totalmente orgánica no?. 
Luché por ese Teatro, por construirlo, por desarmar el mito del experimental que tanto daño le hizo al teatro chileno, contra la pomposidad de esas malas voces y el ego que se les escapaba por lo poros. 
La Miriam era bella, pero no entendió nunca el teatro, por eso se puso celosa de la Raquel. También ayudaron las malas lenguas, pero en fin...
Cuando conocí a la Raquel, ella venía recién saliendo de humanidades. Alta y delgada, pelo largo, que práctiamente nadie conoció en su faceta famosa, en un muy fino vestido de cachemira. Su voz me cautivó enseguida. Ronca. Seca. Intuí en ella un secreto que quise explotar inmediatamente.
Quería estudiar teatro, desarrollar alguna actividad que le ayudara a desenvolverse con mayor seguridad. En el fondo el teatro era su estrategia para joder a su familia bien. Pero, eso lo supe muchas conversaciones después.
Con los horas y los días de ensayo, con los pasos marcando textos, con los cafés de lectura de personaje, con los cigarrillos en descaso, su personalidad se mostró limpia y sonriente hacia mi.
Como profesor, director, dramaturgo y actor, la guiaba con la responsabilidad que me correspondía. Mis años me daban la experiencia suficiente para ver la verdad en sus ojos.
Mientras la Miriam lentamente cambió sus hábitos, cada vez con mayor insistencia me esperaba a la salida de los ensayos. Se mostraba interesada por la construcción de personajes, el proceso, las dificultades, las carencias que yo tomaría como mías, las fortalezas que potenciaría, los amores...
La Miriam ya estaba en el segundo semestre de su carrera, ser dentista era su sueño desde siempre. Era muy lista, simpática, bella, dulce, dulce, dulce. Su sabor quedo en mi. En ese momento llevábamos tres de compromiso. 
La Raquel se había convertido en mi sombra. Nos llevábamos a la perfección. El dia del estreno se acercaba y las noches de ensayo se hacían más largas. La Miriam no me lo decía, pero yo lo sentía en sus labios, había cambiado.
La Esquina Peligrosa era una de las obras que más me gustaba. Pocos años después de su estreno, el 32, en Estados Unidos, nos atrevimos a hacerla. Construcción dramática precisa, limpia, fina, inteligente, irónica, profunda. Me sentía totalmente integrado con mi personaje, lo conocía demasiado bien... Roberto, el anfitrión, el perfecto, el apremiado, el correctamente insuperable, patético. Las vidas entrecruzadas en la mueca. Raquel hacía Frida, su esposa.
La puesta en escena fue un éxito. La Miriam, sin embargo, no estaba feliz, vio en el beso final entre Roberto y Frida, algo más y no estaba feliz... esa noche me dejó. Cuando me desperté en la mañana, ya no estaba su ropita. Se había ido al sur, me lo dijo mi tía. Ni una cartita, nada... silencio... castigo... Cada tarde a las 17.47 me iva a la estación, la esperaba pensando que volvería. 
La Raquel de sombra se transformó en fantasma, rondaba lugares, solitaria, seca, sola y seca...seca. Al año, entró a periodismo. Nunca más la vi, su secreto me obligó a olvidarla.
Esta mañana, la Miriam, mi primer amor, volvió con la plenitud del adiós... Miriam Torrealba, dentista, sus hijos, nietos y familia agradecen su eterna entrega...